Daniel García Abiétar es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. Trabaja en el Instituto Catalán de la Salud (ICS) como técnico en salud y es investigador del IDIAPJGol. Actualmente está cursando el Grado de Filosofía y trabaja para aplicar las humanidades al modelo sanitario y también a la investigación. Habla de la necesidad de crear un espacio –aún no está claro el formato, pero incorporaría la investigación e implicaría el IDIAPJGol y el ICS– para intensificar la reflexión humanista en la organización de la práctica asistencial en el ICS, incorporando la visión de disciplinas académicas tradicionalmente alejadas del ámbito sanitario. Hemos conversado con él sobre cómo se puede hacer más humano el abordaje de la salud.
¿Cómo surgió la idea de crear este espacio centrado en la humanización de la atención sanitaria y en qué consistirá?
Estamos identificando una comunidad de intereses en el ICS para trabajar estos temas desde la perspectiva de las humanidades. Mi perfil es mixto. Soy médico y me especialicé en salud pública, y ahora estoy estudiando Filosofía. Las humanidades incluyen disciplinas muy amplias: está la filosofía, por supuesto, pero también la historia, la literatura, las artes… También la antropología médica, que ha estado cercana a la práctica sanitaria, pero solo en el ámbito de la investigación. Queremos que este espacio conjunto entre el IDIAP y el ICS abra más oportunidades a diversas disciplinas académicas que habitualmente se perciben como ajenas a la asistencia y a la investigación, porque actualmente todo se basa en una visión muy biomédica. En el IDIAPJGol hemos empezado a explorar la incorporación de Francesc Borrell, un médico referente en el ámbito de la ética médica, y más adelante podrían sumarse otros profesionales del ICS y del IDIAPJGol, de diversas disciplinas.
El espacio podría aportar su grano de arena para romper con la lógica dominante, que da mucha importancia a los avances cientificotécnicos y no tanto al cuidado. Las personas no pueden reducirse a su dimensión biológica, porque somos principalmente nuestra historia, nuestra narrativa, la forma en que vivimos cotidianamente la salud y la enfermedad, la influencia de nuestro entorno… Nuestra intención es cuestionar cómo estamos haciendo las cosas, aportar una visión transversal que impregne la manera en que abordamos la salud desde los servicios sanitarios.
«Queremos que este espacio conjunto entre el IDIAP y el ICS abra más oportunidades a diversas disciplinas académicas que habitualmente se perciben como ajenas a la asistencia y a la investigación»
¿Cómo se traslada eso a la investigación? ¿Qué líneas de investigación materializan este enfoque?
Por un lado, están las aportaciones de los profesionales que se dedican a la bioética, como el profesor Francesc Borrell, centradas en la relación entre profesionales y pacientes. Esto tiene implicaciones, por ejemplo, en la eutanasia, en la contención mecánica en el ámbito de la salud mental o en las prisiones, en el uso de la inteligencia artificial en los procesos de decisiones clínicas… Yo vengo del ámbito de la salud pública, en el que una de las ramas más importantes es la buena gobernanza de los sistemas sanitarios, la forma en que las instituciones se organizan para tomar buenas decisiones, para que las deliberaciones dentro de las instituciones sanitarias y de investigación sean democráticas, algo importante en un momento en el que se cuestiona la democracia y los sistemas democráticos. Este enfoque también debemos incorporarlo.
Hay una parte de tu discurso que recuerda al cuidado enfermero, que nació con el modelo de Florence Nightingale.
Las aportaciones que se han hecho históricamente desde la enfermería son muy relevantes. Es una parte central que debe estar presente. Por ejemplo, aquí tenemos enfermeras referentes en este ámbito como Montserrat Busquets. Pero también es importante incorporar todas las aportaciones que se han hecho desde las humanidades. La filosofía, en relación con el feminismo, ha hecho esfuerzos muy notables para integrar la ética de la justicia y la ética del cuidado. En este sentido, hay autores que han desarrollado mucho esta visión: Paul B. Preciado, Paul Ricœur, Nancy Fraser… También las aportaciones desde la antropología filosófica de la Escuela de Madrid, que ha reflexionado sobre qué es el ser humano y qué consecuencias tiene esto en el ámbito ético y político.
Hace muchos años que oímos que hay que situar a la persona en el centro del sistema sanitario, y periódicamente en el ICS y en el Departamento de Salud se han puesto en marcha proyectos de humanización que no han dado muchos frutos o que no han tenido continuidad. ¿Cómo se puede lograr realmente situar a la persona en el centro?
Es una cuestión compleja que debe abordarse en varios niveles. Hay un nivel profesional, relacionado con las aptitudes, que se adquieren con la socialización y la formación, pero también con las actitudes individuales. También hay una parte de organización de los equipos y de los circuitos en atención primaria y hospitales. Hay un nivel institucional, en el que intervienen procesos relacionados con la toma de decisiones y con la democratización. Y, aún más allá, un nivel más global que se refiere al sistema socioeconómico en el que crecen estas instituciones. No podemos pensar que desde el sistema sanitario podemos cambiar todo lo que hay fuera, como si fuéramos impermeables a lo que está ocurriendo.
En la raíz de nuestro sistema hay un tecnooptimismo que convierte las tecnologías, que deberían ser medios, en fines. Este cambio de medio a fin tiene que ver con un desarrollo social capitalista, en el que el fin acumulativo coloca la técnica por delante de lo que debería ser el verdadero fin, no solo en el sistema sanitario, sino en la sociedad en general, que es el ser humano integrado de forma sostenible en la naturaleza de la que forma parte. Este es un problema que tiene mucho que ver con las desigualdades en salud y con la organización de un sistema sanitario que no está centrado en la persona. La pregunta que tenemos que hacernos es: “¿Qué debemos hacer para resistir?”, ¿cómo podríamos mejorar nuestros procesos institucionales y asistenciales para que sean más democráticos, para que persigan la plena realización de la salud de la persona y de su entorno social y ambiental? Siempre tendremos una limitación, que es que el sistema sanitario depende de otras instituciones. Por eso, es necesario incluir todas las visiones, no solo la de los profesionales. Desde una perspectiva de políticas sanitarias, en las que trabajo desde el European Observatory on Health Systems and Policies, este espacio de reflexión está muy relacionado con el concepto de integrated care, que tiene que ver con la incorporación de la salud en todas las políticas.
«En la raíz de nuestro sistema hay un tecnooptimismo que convierte las tecnologías, que deberían ser medios, en fines»
¿Cómo ha influido la pandemia provocada por la covid-19 en la hipertecnificación del sistema de salud?
Ha influido mucho. La pandemia fue un acelerador de muchos procesos que ya existían en nuestra sociedad. Se destinaron muchos recursos económicos para potenciar la telemedicina y la digitalización. Eso fue muy útil durante aquel episodio, y está bien que lo tengamos, pero también ha contribuido a aumentar la deshumanización de la atención sanitaria. Aún son necesarios esfuerzos para que estas iniciativas no se perpetúen en una dinámica de sustitución de las relaciones humanas y para que el acceso sea realmente equitativo.
¿En muchos casos, la mejora de la humanización de la atención sanitaria no podría conllevar un aumento de la burocracia, con la implementación de procedimientos que obliguen a los profesionales a incorporar determinadas prácticas?
Francesc Borrell nos dice que hay indicadores que pueden describir la calidad de la atención, como el tiempo medio de las consultas. Por ejemplo, el porcentaje de consultas médicas en las que no se realiza ninguna exploración física. También si se refleja en la historia clínica la visión del paciente, su narrativa, su contexto socioeconómico… También hablamos, por ejemplo, de en qué medida se consultan los casos con otros profesionales, porque eso refleja la deliberación colectiva y la dedicación. Hay muchos indicadores que podrían decirnos si se está aplicando una perspectiva de humanización en la asistencia.
Pero, claro, la visión cuantitativa es insuficiente; tenemos que estar en los lugares de trabajo y conocer de primera mano las dificultades que encuentran los profesionales para ofrecer un trato humano. El neoinstitucionalismo, la teoría enfocada al estudio económico y sociológico de las instituciones, tiene mucho que decir en este sentido, y la valoración integral de la realidad asistencial, que va más allá de la investigación y que tiene como método la escucha y la observación, nos puede ayudar a deliberar con los profesionales y a tomar buenas decisiones conjuntas para mejorar la distribución de recursos y la formación, para aplicar políticas de selección que favorezcan la contratación de profesionales con determinadas cualidades y para establecer procedimientos que aseguren la escucha. Es decir, no podemos quedarnos en un nivel individual de intervención, responsabilizando solo a los profesionales, porque la organización institucional también determina el comportamiento y la identidad de las personas que trabajan en ella.
«Tenemos que estar en los lugares de trabajo y conocer de primera mano las dificultades que encuentran los profesionales para ofrecer un trato humano»
Actualmente, hay una tendencia a desacreditar la ciencia. El detonante fue la pandemia y también, en parte, la reacción al exceso de tecnificación que denunciabas, al culto por la tecnología. ¿Cómo podemos combatir este fenómeno sin justificar que la tecnología tiene la solución para todos los problemas?
La ciencia se ha colocado en un lugar que no le corresponde; no es una verdad única. Necesitamos ser más críticos con las implicaciones sociales y políticas que conlleva la ciencia. Ahora bien, sería muy ingenuo adoptar una postura crítica hacia la ciencia y al mismo tiempo no reconocer que hay muchas posturas anticientíficas que son antidemocráticas. Mi crítica es al cientificismo. Yo quiero una ciencia que haga las aportaciones que le corresponden en el ámbito físico, en el ámbito biológico…, pero que no pretenda acaparar otros ámbitos que no le pertenecen, como ya ha criticado la filosofía desde hace tiempo. De todos modos, al igual que las personas que consideran que la ciencia tiene la solución para todos los problemas, quienes critican la ciencia desde posiciones autoritarias y antidemocráticas tampoco quieren colocar la ciencia en el lugar que le corresponde.
No creo que la ciencia persiga la verdad, sino la transformación de la realidad, ya sea a través de técnicas cuantitativas como cualitativas. El conocimiento científico nos acerca a la realidad, pero nunca la clausura. La verdad es el objeto de estudio de la filosofía y es un concepto muy complejo. Su complejidad y ambigüedad solo pueden resolverse de forma puntual mediante el diálogo, con el respeto deliberativo, que tiene que ver con la equidad participativa, con la representación social y política.
«Sería muy ingenuo adoptar una postura crítica hacia la ciencia y al mismo tiempo no reconocer que hay muchas posturas anticientíficas que son antidemocráticas»
¿Qué papel le ves a la inteligencia artificial? ¿Puede ser una aliada para mejorar la humanización o un impedimento?
Tengo muchas dudas. Creo que deberíamos tener en cuenta cómo se ha desarrollado la inteligencia artificial. Está concebida como una reapropiación del conocimiento de una forma más o menos anárquica, de acumulación de conocimiento y generación de respuestas a determinadas preguntas, que tiene que ver con la transformación de la realidad. Pero, aunque la IA se define en un marco de uso y posibilidades, y con un trasfondo ideológico, los fines debemos definirlos nosotros institucionalmente. Me parece una herramienta muy potente, pero en un contexto como el actual, muy inclinado hacia una lógica dominante tecnológica, hay que ser prudentes y reflexivos. Ahora bien, ¿serviría para mejorar la humanización de los procesos y del sistema sanitario? Pues depende de cómo esté organizado el sistema y de si ponemos las herramientas al servicio de la humanización. Debemos valorar qué uso le damos. Depende de la organización del trabajo, de la toma de decisiones y de los límites que pongamos al uso de las herramientas.