La fragilidad es un síndrome geriátrico caracterizado por la disminución de las reservas fisiológicas de múltiples sistemas, generando un declive del rendimiento físico, la capacidad funcional y la capacidad cognitiva [1?4]. Por su naturaleza multidimensional, la fragilidad condiciona un estado de mayor vulnerabilidad frente a los factores de estrés del entorno e incrementa el riesgo de presentar eventos de salud adversos como caídas, multimorbilidad, ingresos hospitalarios, discapacidad, institucionalización y muerte [5,6]. Son precisamente estos eventos adversos de salud los que generan una importante carga económica socio-sanitaria. Por ello,, la identificación precoz de personas en riesgo y el desarrollo de intervenciones individualizadas y dirigidas a revertirla y/o retrasar su progresión hacia la discapacidad
podrían resultar de especial utilidad.
En esta línea, diferentes estudios han demostrado la efectividad de programas de detección precoz de la fragilidad. Dichos programas constan a su vez de diversas intervenciones individualizadas y dirigidas a revertir y/o retrasar la progresión de la fragilidad hacia la discapacidad y todas sus consecuencias negativas sobre la salud [7,8]. Dada la naturaleza multidimensional de la fragilidad, cualquier intervención relacionada con ésta, deberá contemplar necesariamente las dimensiones psicosociales y clínico-funcionales de los individuos [4,8]. En este sentido, cualquier intervención dirigida a la intervenir sobre la fragilidad de las personas mayores debe incorporar la valoración geriátrica como instrumento de detección de posibles problemas clínicos, además de intervenciones en dominios como la actividad física, el estado nutricional, o la polifarmacia, por ejemplo [9?13].
Existen distintos programas orientados a la identificación, evaluación e intervención sobre la fragilidad, en los que equipos de Atención Primaria y Geriatría han participado de forma coordinada obteniendo muy buenos resultados. Así, esta acción conjunta se ha revelado de especial utilidad para combinar la experiencia de la aplicación e interpretación de la valoración geriátrica integral (en adelante, VGI) con la
experiencia del manejo de las personas mayores en su entorno habitual (es decir, la comunidad) [8,11,14].
En este sentido, la estrategia del estudio australiano, Frailty Intervention Trial (FIT) es un ejemplo de éxito. El FIT plantea un abordaje multifactorial de la fragilidad en las personas mayores, con la característica principal que cada paciente recibe un plan de trabajo individualizado en función de las alteraciones encontradas en cualquiera de los siguientes dominios: nutricional, funcional, fatigabilidad y actividad física. La intervención que se lleva a cabo es, en todo momento, un abordaje centrado en la
persona, a través del planteamiento conjunto de objetivos (entre el equipo y el mismo paciente). Los resultados reportados a los 12 meses, demuestran una reducción del número de personas frágiles, la mejora del rendimiento físico, capacidad funcional y movilidad, así como una disminución de los recursos sanitarios y sociales, lo que sugiere que este tipo de intervenciones es coste-efectiva [15?18].
Pese a la evidencia disponible, hasta el momento no se han desarrollado programas de intervención coordinados entre atención primaria y geriatría en nuestro entorno socio-cultural, que demuestren la efectividad de esta intervención multidimensional para revertir o reducir la fragilidad de las personas mayores.
El programa +ÀgilBCN (Atención Primaria y Geriatría Integradas con visión Longitudinal, en Barcelona), cuyos detalles se describen más abajo, en el apartado de metodología, está planteado sobre el esquema del estudio FIT, bajo el prisma de una alianza estratégica entre Atención Primaria de Barcelona del ICS, y profesionales del equipo de soporte de geriatría del Parc Sanitari Pere Virgili de Barcelona. Se trata de un caso único y pionero en Cataluña de intervención asistencial real, gracias a la reorganización de recursos sanitarios existentes, y fuera de un marco experimental controlado como sería un ensayo clínico; aunque basado en la traslación de una fuerte evidencia a nivel internacional y también local [19,20]. Por estos motivos, se trata de una oportunidad excepcional para evaluar el impacto de una intervención innovadora de este tipo de manera pragmática, dentro de la realidad del sistema sanitario.
Por todo lo descrito, proponemos la utilización retrospectiva de datos recogidos por finalidades puramente asistenciales, con el objetivo de evaluar su impacto.