Encontrar infecciones por microorganismos multirresistentes(MMR) se ha convertido en algo común en los entornos sanitarios. Cada vez más, los médicos se enfrentan a patógenos que son “intratables”, lo que les obliga a diseñar e implementar intervenciones diversas, o combinaciones de éstas, en la mejora y adecuación de la prescripción. Actualmente, los programas de racionalización antibiótica (PROA) favorecidos por las diferentes administraciones internacionales y locales (Plan de Salud 2021-2025), unen esfuerzos para ayudar a esta situación que comporta ya un número significativo de muertes y que pueden verse incrementadas por un acelerado cambio climático y una reciente crisis de abuso antibiótico en la pandemia por SARS-CoV2. De manera determinante, existe una clara asociación entre el volumen de prescripción y la tipología de los antibióticos expuestos con la presencia de MMR. Varios metanálisis muestran cómo esta prevalencia puede incluso ser mayor cuando éstos son de espectro amplio. Lamentablemente en nuestro entorno, utilizamos un nivel el doble o tres veces superior al observado en la mayoría de países europeos. Cefalosporinas y betalactámicos combinados con inhibidores de betalactamasas son potenciales seleccionadores de cepas resistentes, pero fluoroquinolonas (FQ) resultan las más preocupantes y peligrosas. Recientes guías de la Infectious Diseases Society of America recomiendan reservar su uso para proteger el ecosistema, pero también evitar nocividad. Programas nacionales en Reino Unido dirigidos a evitar la prescripción transversal, comunidad y hospitales, de las FQ junto a otros como los denominados 4C (carbapenems, amoxicilina-clavulánico, cefalosporinas y clindamicina) han logrado reducir la presencia de Clostridioides difficile y otros MMR. Esta situación ha sido contrastada por estudios recientes efectuados en Lleida, evidenciando una disminución significativa tanto en la incidencia de S. aureus resistente a meticilina (MRSA) junto con sus corresistencias, como en enterobacterias productoras de betalactamasas (E. coli y K. pneumoniae). Las FQ son una de las clases de antibióticos más prescritas. Aunque inicialmente fueron bien toleradas en ensayos clínicos aleatorizados, estudios epidemiológicos posteriores han informado de un mayor riesgo de Efectos Adversos (EA) graves, duraderos, incapacitantes e irreversibles. Sólo en EE.UU, la FDA (Administración de alimentos y medicamentos) recibió 210.705 notificaciones de EA por FQ comercializadas entre el el año 1997 y 2015. Las toxicidades declaradas con mayor frecuencia fueron neurológicas (30% y 26%), daño tendinoso (8% y 6%) y psiquiátricas (10% y 2%). A ellas se han ido uniendo otras, todavía más específicas y amenazantes, como el síndrome de discapacidad asociada, el aneurisma de aorta con disección y la disfunción valvular con regurgitación cardíaca. Debido a ello, entre 2008 y 2018, varias advertencias con respecto al uso de FQ han sido emitidas por la FDA y la EMA (Agencia Europea del Medicamento), respectivamente. En la actualidad, estas agencias recomiendan que las FQ no se utilicen como antibioterapia de primera línea en el tratamiento de la infección respiratoria de vías altas (ej. sinusitis aguda), exacerbaciones infecciosas bacterianas en pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, o en infección urinaria no complicada, ya que los riesgos superan a los beneficios. Las FQ también deben estar contraindicadas en pacientes que ya han experimentado EA sustanciales en un régimen previo de FQ, y deben usarse con extrema precaución en pacientes de edad avanzada, en especial, con disfunción renal. La Región Sanitaria de Lleida dispone de un PROA institucional de reconocido prestigio, denominado P-ILEHRDA, de actuación multimodal y carácter asesor basado en el desarrollo de acciones encaminadas a la mejora de cualquier prescripción emitida en los diferentes ámbitos sanitarios. En sus 12 años de vigencia, una de sus actuaciones principales se ha basado en la evitación de la utilización de FQ en la mayoría de entidades infecciosas más prevalentes donde, o bien dicha prescripción era innecesaria o, pudiese existir una alternativa razonable menos lesiva. A lo largo de 7 años, sólo la prescripción comunitaria de FQ se ha reducido alrededor de un 75% del total consumido en Dosis Definidas por habitante -DHD-.
La regulación ejercida en este tiempo, nos ha permitido modificar la densidad de incidencia de los MMR más prevalentes en nuestro entorno, pero desconocemos si este paradigma es aplicable a la aparición y frecuencia de EA derivados. Los estudios publicados en relación al perfil de seguridad de la FQ son diversos, pero en ocasiones, los resultados de estos estudios son contradictorios o inconclusos. En otras ocasiones, los trabajos realizados en poblaciones generales son de carácter descriptivo y retrospectivo, pero no interactuante. Por último, no conocemos la existencia de trabajos prospectivos, basados en actividades PROA en la comunidad, que permitan conocer de manera pragmática el beneficio en la mejora de la salud asociada a la evitación de este tipo de antimicrobianos. El presente estudio pretende determinar si la reducción significativa de este tipo de antibióticos, en nuestra área sanitaria a lo largo de 6 años, a partir de la realización de un PROA institucional, puede incidir en la aparición directa de nocividad.