Jordi Gol i Gurina (1924-1985), médico de personas como le gustaba llamarse y sentirse, fue un hombre de pensamiento y de acción. Apasionado por la vida, no rehuyó ningún compromiso noble en el trabajo y en la comprensión del hecho humano global, y más concretamente de cada ser. Clínico y humanista formado en el rigor científico y académico. Ejerció su oficio de médico en la cabecera del enfermo, con generosidad y querido hasta el último minuto de su vida.
De espíritu inquieto y personalidad arrolladora, promovió y emprendió un gran debate sanitario en el que los proyectos se enriquecían con su lúcida y constante autocrítica, la ilusión compartida y el planteo honesto de objetivos ambiciosos y al mismo tiempo realizables.
Nacido en un mundo paternalista nos enseñó a ser autónomos, en un tiempo individualista y estrecho. Nos encomendó solidaridad y entusiasmo.
Profundamente fiel a nuestro país ya la medicina de nuestro siglo, investigador nato, comprometido en la salud de los seres y de los pueblos, luchador incansable por un mundo más justo y más en paz, nos dejó con el peso específico de su maestría y el testimonio inefable de los hombres lúcidos que buscan con coraje la verdad.
Su trabajo abierto, encarado hacia amplios horizontes, es para nosotros una gran responsabilidad, así como una prueba de fidelidad hacia sí mismo y nuestro país.
Rasgos relevantes de su trayectoria profesional: