Francesc Borrell: “Ahora tenemos la oportunidad de hacer una medicina extraordinaria”

El médico de familia y experto en ética asistencial reflexiona en esta entrevista sobre los valores que deben guiar la medicina, la importancia de la comunicación y la vigencia del legado del Dr. Jordi Gol en la atención centrada en las personas

  • 16 ABRIL 2025

Francesc Borrell i Carrió es una de las voces más lúcidas y comprometidas de nuestro sistema de salud. Médico de familia, docente, investigador y experto en ética y comunicación asistencial, ha dedicado buena parte de su carrera a reflexionar sobre cómo hacer una medicina más humana, más honesta y más centrada en las personas. Galardonado con el Premio Segovia de Arana y reconocido internacionalmente por su labor pedagógica, Borrell ha sabido combinar la práctica clínica con una mirada crítica y humanista que conecta medicina, valores y sociedad.

Con motivo de la Diada de Sant Jordi, el Dr. Borrell ha colaborado con el IDIAPJGol recomendando lecturas que vinculan la salud con la ética, la filosofía y la condición humana. En esta entrevista, repasamos con él su trayectoria, los retos actuales de la atención primaria, el papel de la comunicación y la investigación, y la vigencia del pensamiento del Dr. Jordi Gol i Gurina, quien definía al médico de familia como el “médico de las personas”.

¿Qué le llevó a explorar el camino de la ética, la comunicación y los valores dentro de la medicina?
Las personas que reflexionan sobre su práctica profesional en realidad reflexionan sobre su vida en general. Un aspecto muy importante es la metacognición, es decir, cuestionar lo que haces y lo que sientes. Esta actitud te lleva a abrirte al aprendizaje, a mejorar y a preguntarte cómo puedes hacer mejor las cosas. Es una actitud de humildad, pero también de autoexigencia y de valentía. Además, tiene un punto de obsesión: reconozco que soy bastante obsesivo en este sentido y, a veces, me exijo más de lo que puedo dar, lo que me genera un estrés innecesario.

Creo que hay un componente generacional. Los jóvenes saben cuidarse mejor que nuestra generación. Nosotros aún teníamos cerca el hambre de la posguerra. Yo creo mucho en el hambre como estímulo grupal y comunitario de las cosas, y en ese sentido fuimos una generación que se esforzó mucho.

“Las personas que reflexionan sobre su práctica profesional en realidad reflexionan sobre su vida en general”

Habla de la hambre física de la posguerra, pero ¿también ve relación con una hambre intelectual? ¿Percibe que su generación tenía más interés en reflexionar sobre la práctica profesional y en cuestionar lo establecido?
Absolutamente. Habíamos vivido una dictadura que se enorgullecía de la ignorancia, algo que permeaba todos los ámbitos de la sociedad. No se cuestionaba nada. Imperaba un sistema jerárquico en el que quien tenía más poder tenía la razón. En aquel momento, la medicina era muy retórica: en los hospitales, el jefe de servicio nunca se equivocaba. Nuestra generación empezó a leer en inglés: íbamos a las bibliotecas y consultábamos el New England Journal o The Lancet. Comenzamos a aplicar una actitud científica, y aunque la medicina basada en la evidencia no se formalizó hasta años después, ya sentamos la semilla en los primeros protocolos clínicos.

Ha reflexionado mucho sobre la comunicación en la práctica clínica. ¿Cómo se puede trabajar esta habilidad?
Todo empieza con la confianza, que es el principal capital del profesional. Si el paciente no te conoce, debes construirla: las primeras impresiones son cruciales. El paciente quiere que su médico sea un defensor de su salud, que no mire los costes sino lo que más conviene a la persona. Sobre esa base, hay que ofrecer herramientas de comunicación al profesional, apoyadas en valores y aptitudes muy claras: honestidad, buen dominio de la semiología y capacidad para ver más allá de la demanda explícita del paciente. El médico debe saber priorizar, escuchar al paciente y escucharse a sí mismo, y ser capaz de construir la realidad del paciente a partir de sus palabras y de las señales que percibe. Es un proceso cognitivo muy complejo que exige conocimiento y experiencia.

“La confianza es el principal capital del profesional”

La comunicación en el entorno sanitario es complicada. El paciente acude con alteración emocional, angustia, incertidumbre… ¿Cómo puede gestionar esto el profesional?
Hay tres “tóxicos” mentales que afectan al profesional. El primero es pensar que hay “buenos” y “malos” pacientes: el paciente es quien es y hay que comprenderlo sin juzgar. Hay que superar la emocionalidad reactiva —culpa— con una emocionalidad proactiva. El segundo tóxico es el equipo: creer que no te valoran o que das más de lo que recibes. Se contrarresta pensando que, al dar mucho, fortaleces y cohesiones al grupo. El tercer tóxico es la institución: esperar a que la organización te trate como mereces. Eso es un error: debes ser aquí y ahora el mejor profesional posible, generando sinergias, colaborando con otros, participando en grupos de investigación y sociedades científicas.

¿Los futuros profesionales se forman bien en ética, valores y comunicación?
Se está haciendo un gran esfuerzo y ha mejorado mucho en los últimos años. Sin embargo, siguen siendo la “asignatura maría” de la carrera, y muchos piensan que basta con teorizar. Es necesario demostrarlo de manera práctica, mediante simulaciones que permitan evaluar si gestionan bien situaciones difíciles. Otro reto es asegurar que estos contenidos lleguen también a quienes más los necesitan: a quienes demuestran mayor conciencia y tienen más interés. La clave está en convertir las inercias comunicativas en hábitos inteligentes: comunicar de manera consciente, prestando atención al tono de voz, a los gestos y a las reacciones espontáneas. Para ello, debemos ser conscientes de lo que no hacemos bien, y a menudo necesitamos que otros nos lo señalen, aunque duela.

“La clave está en convertir tus inercias comunicativas en hábitos inteligentes, comunicar de manera consciente”

¿En qué situación se encuentra la atención primaria y, de manera más concreta, la medicina de familia?
Estamos en un momento de cambio muy positivo. La inteligencia artificial (IA) es potente en el ámbito del pensamiento específico, pero no en el generalista: ahí los profesionales tienen una gran oportunidad para desplegar nuevos modelos y paradigmas. Ahora los médicos pueden dedicar su tiempo a contextualizar la información que ofrecen los sistemas de IA, considerando la perspectiva comunitaria, familiar y biográfica del paciente. Tienen la oportunidad de realizar esa reflexión global que antes no podían por falta de tiempo o por inercia. A mí me gustaría ser joven otra vez para ejercer la medicina de familia con estas herramientas.

Pero esa reflexión requiere tiempo, y en consulta siempre es escaso.
Siempre lucharemos con la gestión del tiempo, y esto debe empezar en la formación. Hay que aprender a gestionar bien los diez minutos de entrevista clínica: da para mucho si sabes cómo. Recomiendo leer a Laín Entralgo, que ya en los años sesenta identificó las tensiones de un sistema público con recursos y tiempo limitados. Debemos contar con herramientas para adaptarnos a estas limitaciones.

“Me gustaría ser joven para volver a ejercer la medicina de familia con estas tecnologías emergentes.”

Conoció bien al Dr. Jordi Gol i Gurina, cuyo centenario celebramos el año pasado. ¿Sigue vigente su pensamiento?
Sin duda. Muchas de sus premisas son plenamente actuales. Una de ellas es que el sistema de salud penaliza al buen profesional, ya que no recompensa el traspaso de pacientes hacia quienes mejor trabajan, y estos acaban quemados. Otra es la concepción del médico de familia como el “médico de las personas”, una visión que puede complementarse con la dimensión comunitaria: en consulta somos especialistas en la persona a la que atendemos, incluyendo todos sus condicionantes sociales. También decía que tienes derecho a equivocarte, pero no a desentenderte de las consecuencias de tus errores: un pilar de la ética del error. En el ámbito asistencial, los fallos pueden surgir tanto de la acción profesional como del azar.

¿Qué papel tiene la investigación en atención primaria en todo este proceso?
La investigación parte de la incomodidad, de la insatisfacción. Piénsese en las guías clínicas: se crean y se revisan porque los profesionales estaban incómodos con los protocolos anteriores y buscaron soluciones. Para experimentar esa incomodidad, hay que haber sido formado en la perplejidad. Investigar es incómodo, y solo se vuelve cómodo cuando el malestar de no hacer las cosas mejor supera al de ponerse a investigar. Entonces empiezas a investigar. Tras eso llegan el beneficio de publicar, de mejorar el currículum y la obsesión de agencias y financiadores por el factor de impacto, pero eso es otra historia.

“La investigación es incómoda y solo se vuelve cómoda cuando la incomodidad de no mejorar es mayor que la de investigar”

Para la campaña de Sant Jordi en el IDIAPJGol ha recomendado diversos libros sobre salud, valores y ética. ¿Cuáles destacaría?
Soy un apasionado de la lectura, no tanto para distraerme como para aprender. De mis recomendaciones, El mono que llevamos dentro de Frans de Waal es magnífico: aprendes y disfrutas. Diez (posibles) razones para la tristeza del pensamiento de George Steiner es breve pero profundo. También Breve tratado de la ilusión de Julián Marías o El arte de amargarse la vida de Paul Watzlawick… Son libros maravillosos que a la vez enseñan. Para profundizar en ética, recomiendo Compendio de ética de Peter Singer o Racionalidad de Steven Pinker, donde explica el teorema de Bayes en un capítulo que justifica todo el libro. Leer bien —aprender, comprender y memorizar— exige subrayar y tomar notas al margen, relacionar lo nuevo con lo que ya sabes y memorizar lo útil para tu práctica.

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